barquito
Lamentó que él no la hubiera amado, lamentó que él no hubiera muerto por ella, lamentó que no se desangrara ante sus ojos, lamentó que él no se ahogara gritando: “no me abandones”. Lamentó que no se consumiera pensando en porque lo rechazó. Lamentó que no siguiera arrastrándose, lamentó que no luchara; que le dejara ir como quien deja marchar su barquito preferido por la corriente del río y, desde la orilla se quedara inmóvil, seco, inerte…
Mientras navegaba, pensó: “no es la primera vez que me dejan ir”
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