Alicia Alonso
Todavía veo su cara maquillada, estirada y ciega. La primera dama de la danza internacional llegaba ayer.
Envuelta en perfume y en un pañuelo de danza clásica; hablaba con las manos; unas manos huesudas como piernas en movimiento, dibujando en el aire las coreografías que su cabeza fabrica y sus ojos ya no ven, pero que su piel siente. Mientras con el tono de una gran dama cubana suaviza el alma de quien la escucha.
Nariz grande y ojos perdidos en su oscuridad delimitados por líneas de lápiz y labios rojos, muy rojos; desprende el linaje de las grandes del escenario.
La despido con un leve, delicado beso en una mejilla llena de historia; siento que si cruzo la frontera de la efusividad podría romperla, quebrarla… y no seré yo quien prive a la danza de la vieja reina cubana.
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