catarsis

El olor a puro madrugador me infecta las fosas nasales, me recorre las neuronas y me paraliza, conectándome de repente con una parte de mi historia.

“Julián, salía del bar todo “pincho” y fumando uno de esos apestosos puros que Elvira le había comprado en el estanco-tienda de la playa mayor, y yo surcando su perpendicular inhalaba su aliento. Junto con eso debía tragar uno de sus piropos, a los que debía sonreír, por cortesía, porque era vecino del pueblo, porque son familiares (lejanos pero de la familia…) y me hacía vomitar… Cuantas veces pensé en cogerle el puro, aplastarlo contra el suelo, y escupirle en la cara; diciéndole: “Que asco me da señor Julián”. Pero me callé y a veces pienso que eso está atascado en mi vientre, en mi cerebro”.

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