, sin su permiso…

Las calles frías, resbaladizas, inquietantes, encogidas… me llevan a un lugar pequeño, lleno de detalles sin descifrar; mirando al fondo, en una esquina… Ella; corta de falda y espléndida de escote, luminosa de purpurina, es la puta de mi barrio.
Como si de un objetivo se tratara, enfoco su cara, sus ojos, lilas, pequeños; unos ojos que susurran a lágrimas: “Quiéreme, estés donde estés quiéreme. Aunque no te vea, aunque no te toque, aunque no te aliente… quiéreme. Ámame a escondidas, entre los rincones, por la virilla, en los dinteles… agárrame entre el aire de mi espacio, asfíxiame sin demora, chupame sin tiempo, marchítate en mi boca… “. Me sonrojo. Desenfoco.

Marcho con la extraña sensación de haber atravesado las entrañas de una mujer desmesuradamente sensible, para el frío que corre por estas calles deshumanizadas.

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