La Chaise longue blanca


Marta bajaba, mañana no muy apacible, por las escaleras de madera de la casa de la montaña a desayunar… Isaac ya estaba en la mesa de la cocina con su periódico, su café y tostadas… Delicioso olor cariño! Isaac levantó sus enormes ojos y le dedicó una sonrisa, y le dejó sus labios para recibir unos buenos días…
Marta se pasea por la cocina con su camisón blanco rozando platos, vasos, sillas… Es etérea, a veces; otra es tierra, dura, áspera…
Esa mañana concretamente era de textura media.., suave pero firme.
Té y tostadas con aceite de oliva.
.- No entiendo una cosa. ¿Por qué tienes que irte hoy? Quedamos que pasarías todo el fin de semana conmigo. No soporto que me quites tiempo…
.- Lo se cariño, pero sabes que ella me reclama. Sabes como es.
.- Perdona… qué se cómo es???
.- Ya ya... no lo sabes. Pero está de los nervios estrena el lunes y necesita que este a su lado.
.- Y yo acepto claro… que remedio, ¿no? Algún día, querido, dejaré de comprender y de aceptar. Y querría…
.- Y yo me hundiré.
(Silencio, miradas)
.- ¿Y?
(Mirada).- Moriré
.- Ja ja ja.. Oh que dramático eres. … Oh como te odio…
.-… lo se y me muero por dentro…
.- Basta, basta… Voy a desayunar al salón.

Marta cogió la taza y se deslizó hasta caer en la Chaise longue blanca. Y dejo que su mirada se perdiera en el bosque que la guarda.
El té caliente le reconfortó y se permitió recrear una escena clásica. Una familia bien estructurada. Ironía.

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