Despedida


Nervios. Sí, hay AVE a las tres y media. Maleta. Taxi. Amable. Tren… recorrido. Exactamente separada por dos horas y media del dolor, de la mala noticia. Próxima parada Puerta de Atocha. Amigos y de nuevo camino. Cada vez más cerca del dolor. Tras la multitud, la veo: gafas de sol, delgadez y unos abrazos que se extienden. ABRAZO. ¿Por qué has venido? Porque este abrazo me era imposible darlo por teléfono. Nos quedamos así, sin conversaciones aparentes, sin tapujos y sin esperar. Estando. Sintiendo el dolor, el vacio del que se va. Tristeza. Vuelta… directa. Son las seis de la mañana y Atocha se borra.

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