Marzo...

Me levanté pronto. Tenía ganas de vivir mi día. Reparé en que el vecino de enfrente había levantado antes que yo la persiana, y por primera vez nos saludamos.
Saliendo a la calle me encontré con mi farmacéutica, doña Rosa; nos sonreímos. Frío, estos días están siendo bipolares. Camino entre góticas calles, el encargado del supermercado recuenta la mercancía del día, lo pasó mientras levantamos las cejas.
Bicicleta, a veces amable y otras imposible. La niña con gafas me mira con envidia, imagino que se pregunta porqué ella no puede coger la suya para ir al cole. Es la edad, querida.
“Compraré unos cruasanes de chocolate, ah! y unas cocas de crema”. Son lo que eran los caramelos del parvulario. Recuerdo como la tarde anterior a la celebración mi madre me llevaba a una tienda que para mi era el paraíso; era el único día que podía elegir, lo que se dice elegir hasta el infinito. Ahora también puedo elegir pero mejor que no lo haga hasta el infinito... Besos camaradas.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
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