Una café sin azúcar…


Marta se desgarro por dentro. Marta entro en el café, el estaba de espalda y no lo reconoció, se había cortado el pelo, y se sorprendió. Se sentó en esa silla vacía, pero delante no se a quien tenía. Una conversación inútil comenzó, baile de frases sin sentido. Lo miraba, lo observaba, absorbía sus ojos negros intensos clavados en su cara y no descifraba ningún código nuevo, todo era absurdo. Observaba su boca como comenzaba a hablar, a vomitar frases llenas de aires, sin sentido para su alma, sin alimento para su estomago que se estaba poniendo rígido de tenerlo al lado y no poder tocarlo. Estaba lejos muy lejos de ese instante; se recordó haciendo el amor. Marta estaba torpe, entumecida por su propia rabia. Y el ávido de protagonismo ni se percataba de la mirada aguada de una amante despechada. Recogieron. Él se fue por su fama. Ella volvió sobre sus pasos.

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